UN MAL QUE NO ES TOMADO EN
SERIO NI POR LOS REPORTEROS Y TAMPOCO POR LOS EMPRESARIOS DEL PERIODISMO
Por Carolina Hernández
Todos los reporteros que
están expuestos a cubrir tragedias humanas son susceptibles a padecer este mal,
que los afecta emocional y psicológicamente.
Pero antes de sacar
conclusiones, hablemos de lo que es el estrés post-traumático. Esta es una
reacción normal ante acontecimientos anormales, que antes se pensaba, solo
afectaba a reporteros de guerra o a los combatientes, sin embargo, un estudio
hecho recientemente, llamado “Vidas peligrosas: Los hombres y mujeres que
reportan la guerra”, financiado por la Unesco, destacó que los “cazanoticias”
viven un estrés comparado con los corresponsales de guerra.
Este se realizó en México,
con 104 periodistas, de los que casi la mitad conoce a un colega asesinado por
miembros de organizaciones criminales y la mayoría vive en las localidades en
donde la violencia es extrema.
Guatemala no está lejos de
esta realidad, especialmente en el caso de los corresponsales, bien dicen: “Pueblo
chico, infierno grande”, pues debido al trabajo que desempeñan son conocidos
por toda la comunidad y no digamos por los criminales.
SÍNTOMAS Y EFECTOS
Según los diagnósticos
médicos este mal se puede detectar a través de varios síntomas, como la
ansiedad, irritabilidad, retraimiento, insensibilidad, depresión, tristeza,
enojo, desordenes alimenticios, ritmo cardiaco acelerado, trastornos de sueño,
entre otros.
Todo estos signos son
causado por la cobertura directa o indirecta de un suceso, o por sentirse
amenazados por el crimen organizado, como es el caso de México, o cualquier
persona que tenga interés en que la noticia no se publique.
Un claro ejemplo de este
tipo de situaciones es Irma Tzi, colaboradora de Nuestro Diario, en Alta
Verapaz. Ella a menudo cubre capturas relacionadas a Los Zetas, el cartel más
sanguinario de México. Tzi cuenta que siempre pide a los editores omitir su
nombre en este tipo de cobertura por miedo a sufrir alguna represalia que pueda
afectarla a ella, a sus tres hijos o al resto de su familia.
Mientras que en la capital
el caso es distinto, pues no es el miedo lo que ocasiona el mal, sino el
impacto de las noticias, pues a diario los informadores cubren asesinatos
relacionados con la extorsión, casos sobre violaciones y muertes violentas de
niños, descuartizados, entre otros. Esto genera un fuerte sentimiento, que en
la mayoría de casos no es aceptado por el periodista.
Los comunicadores se niegan
a aceptar este tipo de estrés y le restan importancia y nunca se tratan y las
empresas tampoco los ayudan a reconocer la enfermedad. En el país no hay
periódicos o noticieros de radio y televisión que brinden tratamiento emocional
a sus reporteros.
Las acciones para apoyar a
los periodistas son simples, de acuerdo a picólogos, el estrés post-traumático
puede curarse, antes que nada, reconociendo que se padece, luego platicando con
un profesional de la piscología, practicando algún deporte, haciendo yoga,
tomarse un pequeño descanso luego de cubrir eventos fuertes o simplemente
platicando de las emociones.
En conclusión las empresas
dedicadas al periodismo deberían, por lo menos, promover reuniones semanales
con los reporteros para hablar sobre los sucesos relevantes y que pudieron
haber tenido un impacto sobre ellos para que puedan descargar sus emociones o
mandar a sus trabajadores a una consulta siquiátrica por salud mental.
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